Hoy hace 22 años que nos faltas.
Mi amá fue emprendedora. Entonces no había internet y las redes sociales se hacían boca a boca, o en la cocina de casa.
Ella hacía punto y trabajaba muy muy bien.
Antes de nacer yo, con una tricotosa, tejió las chaquetas de los uniformes de dos colegios en San Sebastián en pleno baby boom. Chaquetas y chaquetas. Cobrar ese trabajo tuvo que ser impresionante.
Yo la vi tejer kilos y kilos de lana que convirtió en chaquetitas y patucos para bebés, y ropa de punto para señoras.
Mujeres del barrio (y sus amigas, y las amigas de sus amigas) la contrataban. Llegaban a casa con una revista de moda y mi madre reproducía exactamente el jersey o la chaqueta que ellas le pedían. Y le pagaban muy bien por su trabajo.
En casa siempre había mujeres con sus agujas. “Tere, ¿me puedes enseñar a hacer el cuello? Tere, esta sisa me parece que no me sale”. Y ella con cariño y paciencia explicaba, tejía los primeros puntos y remataba si a alguna no le acababa de salir.
Es importante darle un buen remate a una prenda. Es la diferencia entre hacer un “churro” o hacer algo que a la clienta le guste, le encante, le quede bien, y se vea estupenda vestida con ella.
Y saber de patrones, de técnica.
Mi madre no nació sabiendo. Yo he heredado sus libros y revistas, y empezó aprendiendo desde “abajo”. Pero era extraordinaria y cuando hacía algo y ponía el alma, lo hacía muy bien.
En el barrio había una tienda de lanas “An-Pi”, cuyas dueñas sabían un montón y te explicaban lo que necesitaras. Yo también fui clienta suya y aprendí unas cuantas cosas muchos años después.
A mí entonces me parecía normal que una madre supiera tejer. Pero lo cierto es que no es nada sencillo hacerlo como ella lo hacía: rápido, esponjoso y con calidad.
Gracias a estos ingresos, mi madre pudo estar en casa conmigo sin tener que salir a la calle a trabajar.
En aquella época acababan de meterse en una hipoteca y todo el mundo aportaba: mi padre, mi madre, mis hermanos que ya eran adultos.
Hace 22 años falleció con sólo 71 años.
A ella le habría encantado toda esta movida que nos hemos montado en facebook las emprendedoras.
Yo, sin saberlo, aprendí de ella a monetizar mis conocimientos.
A realizar trabajos de calidad.
A disfrutar de mis hijos mientras aporto económicamente.
Pensaba que yo era una madre moderna y empoderada por hacerlo así, hasta que un día me di cuenta de que mi madre ya lo hizo mucho antes. Y me sentí muy orgullosa, por ella y por mí.
Para mí, cada año, el mes de enero es tremendamente difícil porque, aunque han pasado muchos años, el duelo que se me reactiva es potente. Me da mucho sueño y mi cabeza se dispersa con más facilidad de la habitual.
Pero aquí estoy, al pie del cañón.
Porque mis hijos y mi familia lo merece.
Mis clientas se merecen poder acceder a mis conocimientos.
Y yo me merezco vivir una vida plena y capaz.
Muchas gracias mamá, por todo lo que eres en mi vida.
A ti te dedico esta semana mis éxitos.
Te dejo enlace a mi página de retos. Ya estamos preparando el de febrero.
Mónica Álvarez Álvarez