Una madre que te abrace fuerte.

Que se saque el pañuelo de su pechera (ese pañuelo que huele tan a ella que aun hoy podemos evocarlo) y te seque las lágrimas y te limpie los moquitos. Que te mire la rodilla a ver si te hiciste sangre y te pase el mismo pañuelo empapado en su propia saliva.

Esa saliva de madre que cura y sana la herida que va mucho más allá de la física.

Lo que te gustaría en realidad es sumergir tu cabeza en su cuello y llorar, mecida por su abrazo y acariciada por su mano en tu espalda. 

Toda la frustración que llevamos encima estos días, el miedo por nuestros hijos, por nuestros padres a quienes también hemos de cuidar, por el futuro, por cómo traeremos a casa el dinero que necesitamos para vivir.

El estado del bienestar perdido.

Tenemos mucho que llorar y poco hombro en el que apoyarnos porque somos las mujeres quienes sostenemos el mundo.

Nosotras llevamos la carga más pesada, da igual que tengamos pareja o no.

La carga mental que soportamos es difícil de imaginar incluso por nosotras.

Ya se encarga nuestra Impostora de que no demos a nuestro esfuerzo toda la importancia que se merece.

El gigante Atlas en realidad era una mujer fuerte y poderosa. Seguro que tu madre (o tu abuela o la mujer que te crió) eran así. 

Y nosotras ahora, nos sentimos tan pequeñitas e indefensas y con tanta carga encima.

Leo a mis compañeras que sacan toda su impotencia a través del llanto. 

Es lo que nos sale del alma, llorar. 

Llorar muy profundo, desde muy adentro, desde la sensación de ser niñas solas y desamparadas en un mundo incierto.

En esta situación en la que nos encontramos, de repente somos vulnerables como recién nacidas. O como recién paridas. Somos la madre y somos el bebé. 

Necesitamos cuidados y mucho mimo.

Pero no siempre hay tiempo para ello. Son tantas las exigencias que nos pone la vida en el día a día y las que nosotras añadimos al carro.

Hoy quiero regalarte esta pequeña pero poderosa imagen:

Tú misma, siendo sostenida, abrazada y consolada por esa madre que llevas en tu interior, que sabe por lo que estás pasando, que te comprende y te ama con locura. Y es capaz, de derrotar ella sola a todas tus Impostoras.

Tú misma, sabiendo que mientras ella te abrace, puedes con todo..

Hoy quiero que rescates este recuerdo tan poderoso y lo utilices en todos los momentos en que necesites fortaleza y potencia para avanzar por tu vida en estos oscuros tiempos.

 


Estoy muy nerviosa.

Creo que es muy importante transmitir el mensaje que voy a ofrecer esta noche.

Vamos a dar un salto hacia adelante y comenzar a dejar atrás el miedo y la incertidumbre.

¿Te vienes? 

¡Un abrazo muy fuerte!

¿Pero cómo vas a lograrlo si no te hablas con el dinero?

Desde aquel día en que os despedisteis enfadados no has vuelto a saber de él.

No le has llamado y no te ha llamado.

Es más, estás dispuesta a contar a todo lo mundo lo mal que se portó contigo.

E insultarlo, si la ocasión se presenta.

No puedes pretender que cubra tus necesidades si no podéis soportaros.

¿Te lo habías planteado así alguna vez?

Estás enfadada con él.

Dolida.

Jamás le hablarías si no fuera estrictamente necesario.

Y te fastidia aún más, porque sabes que lo necesitas tanto como él a ti.

A lo mejor la solución pasa porque pudierais volver a tener una relación al menos cordial.

No te digo que le abras de nuevo tu corazón.

Pero sí dar pie al menos para que pueda haber un trato mínimo.

YO ME OFREZCO A MEDIAR ENTRE AMBOS.

Puedo ser quien hable con él.

Quien hable contigo.

Quien lime las asperezas entre uno y otro

para que al final el acuerdo se pueda dar.

¿TE PARECE QUE PODRÍA SER UNA BUENA SOLUCIÓN?

Estoy dispuesta a trabajar duro para que podáis reconciliaros de verdad.

No será de un día para otro, pero se puede lograr.

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