(…) Démeter es pues una mujer que basa su peculiaridad en la maternidad, pues dicen que “amaba a su hija con locura”. Esto que para nosotros es “lo normal” parece que para los antiguos griegos no lo era tanto, pues hacen hincapié en este detalle. Esta diosa encarna la capacidad que tenemos todas las mujeres de convertirnos en diosas, madres nutricias, cuando la maternidad nos toca con la punta de los dedos y de repente nos sale la capa y el traje de “Superwoman” y somos capaces de amar de una manera que nunca soñamos; de implicarnos y fusionarnos con el objeto de nuestro amor como nunca pensamos que podría ser posible y de ser capaces de “parar las estaciones” si acaso nuestros hijos sufrieran algún daño o estuviera a punto de ocurrirles algo malo. (…)
(…) La Démeter de hoy día sería una mujer plena, dedicada a su familia, a su pareja, a los ritmos que marcan las estaciones y la sabiduría de los tiempos. Transmitiendo a sus hijos/as todo su conocimiento. Respetando las decisiones de estos, porque al fin y al cabo, una madre cría hijos para el mundo, no para sí misma, y sabe que, llegado el momento, los polluelos volarán lejos del nido creando sus propias historias con sus equivocaciones y sus grandes triunfos. (…)
(…) Démeter finalmente nos enseña la alegría de la abundancia, de la vida, la fiesta de las cosechas, el bailar a la luz de la luna o bajo las lluvias que refrescan las calurosas tarde de verano. La tierra es la abundancia personificada. ¿Qué estamos haciendo para que tenga gente pase hambre en nuestro planeta? ¿Cómo gestionamos los recursos que nos han sido legados desde el principio de los tiempos?
Fragmento del libro El ombligo de Atenea.
Autora: Mónica Álvarez Álvarez
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