Somos las supervivientes de una guerra que ocurrió hacer muchos años.

Vivíamos en sociedades cooperativas, en paz, con nuestros hombres, criando a nuestros hijos.

Entonces llegaron ellos. Nos sometieron. Nos violaron. Mataron a los hombres y a los niños varones. A nosotras nos dejaron vivir para ser sus esclavas y propagar sus genes.

Aún hoy en día vivimos sometidas, como un pueblo que perdió su guerra por la libertad.

Nos tocan los peores trabajos. Cobramos los peores sueldos. Han convertido en sujeto de mofa y denigración todo lo que nos representa y nos devuelve la dignidad: nuestras sangres periódicas, nuestros partos, la ciclicidad física y emocional. El cuidado de los débiles, ya sean ancianos, bebés, niños o enfermos. Declararon impuro todo lo que tenía que ver con nosotras. Nos usan para satisfacer sus deseos sexuales, para gestar sus hijos y para perpetuar su violencia.

Nos toleran porque somos necesarias para procrear, si no, nos habrían extinguido hace milenios. Seríamos como aquellos neanderthales, que casi son criaturas fantásticas de un pasado lejano y real.

Y tragamos. Porque somos las primeras que alimentamos nuestra mentalidad de esclavas. Porque no sabemos que más allá de la caverna de nuestra vida, hay Vida. Porque levantar la cabeza es peligroso. Tenemos impreso en nuestra memoria celular el sufrimiento de las hermanas que murieron sólo por el hecho de ser mujeres.

Porque por el sólo hecho de ser mujer hace que nos perciban como enemigas. Una enemiga peligrosa, que puede hacerte daño en la noche y cortarte el cuello mientras duermes. Una enemiga a quien hay que apalear y vejar para que de ningún modo pueda levantar la cabeza y empoderarse. No sea que te haga pagar por todo lo que tú le quitaste a ella.

Hemos ido conquistando pequeños triunfos. Tenemos derecho de reunión, de voto, de cobrar un sueldo mísero por un trabajo duro porque se han creído que somos idiotas, incapaces de pensar, de generar dinero, de sacar adelante una sociedad. Lo cierto es que en el fondo saben de lo que somos capaces. Lo saben mucho mejor que nosotras mismas, que lo perdimos en el olvido de los siglos.

Por eso emplean la violencia para acallarnos. Porque es la única herramienta que conocen. Porque con violencia lo han conquistado todo. Menos a nosotras.

En los territorios en los que se valora socialmente a las mujeres, florecen el comercio, el diálogo, la cultura y las artes.

En los territorios en los que las mujeres siguen esclavizadas, silenciadas, negadas, perdura la guerra, el hambre, la pobreza…

Pero seguimos adelante. Caminando incansables. Haciendo florecer el trozo de desierto que nos permiten sembrar. Reconociendo y reencontrándonos en medio de la multitud con aquellos hombres, nuestros compañeros, que sobrevivieron al genocidio y cuyos genes lograron perdurar. 

A pesar de la guerra y las matanzas. Del odio y de la destrucción. De los juicios sin sentido, del miedo y de la hoguera.

Sanando nuestras historias para cortar la transmisión de la violencia. 

Amando.

Mónica Álvarez Álvarez

#8Marzo

#nosomosesclavas

¿Pero cómo vas a lograrlo si no te hablas con el dinero?

Desde aquel día en que os despedisteis enfadados no has vuelto a saber de él.

No le has llamado y no te ha llamado.

Es más, estás dispuesta a contar a todo lo mundo lo mal que se portó contigo.

E insultarlo, si la ocasión se presenta.

No puedes pretender que cubra tus necesidades si no podéis soportaros.

¿Te lo habías planteado así alguna vez?

Estás enfadada con él.

Dolida.

Jamás le hablarías si no fuera estrictamente necesario.

Y te fastidia aún más, porque sabes que lo necesitas tanto como él a ti.

A lo mejor la solución pasa porque pudierais volver a tener una relación al menos cordial.

No te digo que le abras de nuevo tu corazón.

Pero sí dar pie al menos para que pueda haber un trato mínimo.

YO ME OFREZCO A MEDIAR ENTRE AMBOS.

Puedo ser quien hable con él.

Quien hable contigo.

Quien lime las asperezas entre uno y otro

para que al final el acuerdo se pueda dar.

¿TE PARECE QUE PODRÍA SER UNA BUENA SOLUCIÓN?

Estoy dispuesta a trabajar duro para que podáis reconciliaros de verdad.

No será de un día para otro, pero se puede lograr.

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