Conocí a Mónica Álvarez Álvarez por las recomendaciones de varias compañeras y me produjo curiosidad su reto “El Termostato del dinero“, así que me inscribí, un poco escéptica sobre la abundancia.
Pero ya el primer día, me caló hondo y acabamos agendando una sesión juntas en la que hablamos de muchas cosas:
- Del pasado, del duelo (o mejor dicho, de los duelos), de mis miedos, mis bloqueos, de lo que sentía yo hacia mí misma.
- Del síndrome de la impostora.
- De no creerme suficiente para nada de lo que hacía (y hablo en pasado porque aunque sé que la impostora me acompañará de por vida, a partir de hoy soy yo la que decide cuánto influye en mi vida).
- Hablamos de un proyecto que llevaba semanas dando vueltas en mi cabeza, parado atascando todo, sólo porque no me creía lo suficientemente buena para llevarlo a cabo. Me ayudó a permitirme hacerlo, con lo bueno y con lo malo, admitiendo la posibilidad y el vértigo de hacerlo bien y el de hacerlo mal (y todas las posibilidades que ello conlleva, porque a veces queremos hacerlo mal inconscientemente, para no tener que enfrentarnos a otras cosas).
Salí de allí sintiendo una paz que hacía mucho tiempo que no sentía, renovada, y con las ideas claras como el agua. Y me puse. Y lo terminé.
Mientras tanto, el reto seguía su curso y yo aprendí que mi expectativa está mucho más baja de lo que debía y mi realidad, más alta de lo que pensaba.
Antes de trabajar con Mónica yo pensaba que la abundancia o te caía en la lotería, o matándote o por fines no muy legales.
Con Mónica he aprendido que la abundancia no es sólo dinero: en esa semana me atreví a hacer dos procesos de colaboración, con mucho mejor resultado del que esperaba en un principio.
Desde entonces me han venido varios contactos muy interesante, tengo en perspectiva algunas colaboraciones, he sacado algunos nuevos productos, me he atrevido a convocar y preparar un webinar…
Terminar aquello que no podía concluir estimuló mi creatividad y hace poco recibí la noticia de que había ganado una plaza en un curso maravilloso, que, de otra manera, se habría salido de mis posibilidades.
Después de trabajar con Mónica sé que casi todo lo que sabía de la abundancia es un mito.
Que no sólo es dinero y éxito laboral, que es personas, relaciones, momentos y no cosas.
Que la abundancia lleva en mi vida desde siempre.
Que no es mala, ni negativa, ni egoísta, ni me huye.
Y que no vale con desearla, que no cae del cielo.
Que no es maná y la visualización es importante, pero que a Dios rogando, y con el mazo dando.
Así que no cambio a Mónica ya por mucha gente…
Me quedo contigo, y vamos a trabajar juntas para que la abundancia tome otras formas.
Y para convencer a la Impostora de que unas vacaciones en Honolulu son una maravilla donde las haya y que no tiene por qué volver.
Nazaret L. Megías